viernes, marzo 21, 2008

Llego la hora de revindicar a los burros!


¿Alguna vez te pusiste a pensar en la mala prensa que tienen los burros? De todos los animales, son los menos fashion o cool. Ninguna persona diría yo quiero ser como un burro, porque, para nosotros, burro es sinónimo de tonto, sonso, lelo, torpe, bobo, etc. Hay muchas personas que se sienten como burros. Sienten que no valen, que son torpes, que nadie los tiene en cuenta, que jamás van a hacer algo importante, que serán eternos ­desconocidos, que a nadie le importa si están o si no están. ¡Llegó la hora de reivindicar a los burros! No todos se sienten especiales y únicos. Miles de jóvenes viven angustiados, avergonzándose porque sienten que no son lo que quisieran ser. Se sienten los burros de sus propias historias. No conocen el valor que tienen, porque construyeron una imagen distorsionada de sí mismos. Dentro de estos ‘burritos’ están los que se sienten inferiores y los que se sienten superiores. Dos puntas opuestas que parten de una mala autoestima, de una falsa apreciación de si mismos. Antes de seguir quiero recordarte que la autoestima es cuánto nos queremos y nos valoramos a nosotros mismos. ¿Quién mejor que Dios para hablarnos de esto? Él tiene toda la autoridad para hacerlo, porque él nos creó. Dios conoce aun lo profundo de nuestro ser. Él tejió cada centímetro, cada pulgada de nuestro cuerpo. Nada se ha escapado de su voluntad y todo lo que él hace es bueno. Por eso siempre me pregunté: Si lo que Dios hace es siempre perfecto, ¿por qué nos sentimos tan insatisfechos por como somos? La respuesta es que la forma en que nos ­vemos a nosotros mismos no coincide con la forma en que Dios nos mira. Y esto nos pasa a todos, incluyendo a los que nos parecen perfectos. Porque es una gran mentira que los lindos, solo por ser lindos, son felices. Tal vez piensas que los populares, los atractivos, ­los ricos, los musculosos o los inteligentes no pueden tener una mala construcción de la autoestima. ¡Te equivocas! Todos tenemos las misma necesidades. Si hiciéramos una lista de los mejores, nos daríamos cuenta que en el mundo podrían ser felices unos 100 o 150 jóvenes. ¿Qué pasaría con los miles de millones restantes? ¡Hay algo que no cierra! ¡Fueron, son y serán felices aquellos que saben hacer lo que a Dios le agrada! Cuando pensamos que la felicidad llegará por estar entre los 100 o 150, nos desvivimos y le erramos al objetivo. En cambio, muchas personas que llegaron a tener el privilegio de ser una ‘estrella’ o un ‘famoso siervo de Dios’ se dieron cuenta de que la felicidad no se encuentra en el podio ni en el pedestal. La verdadera satisfacción no se logra por la hermosura o por ser exitoso, sino por sentirse valiosos. Tener una autoestima buena es también aceptar que podemos equivocarnos. Que no somos perfectos. Y que eso no cambia nuestro valor como personas. Podemos descansar en el amor de Dios.¡Él nos ama más allá de lo que somos o lo que no podemos ser! ¡Qué bien que suena eso!, ¿no? La clave está en entender que Dios te ha creado como una persona hermosa y valiosa. Esto significa que no pasas desapercibido delante de Dios. Fuiste moldeado por sus manos y él ha puesto un inmenso amor en su obra. Dios te ama entrañablemente, porque te hizo dentro de un plan perfecto que él llevará a cabo. Quiero que reconozcas lo valioso que hay dentro de ti. Y que descubras que aun con defectos y errores, Dios también elige burros!

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